Catalina II (la Grande; 1729−1796), nacida como Sofía Augusta Federica de Anhalt-Zerbst, llegó a Rusia en 1744 como prometida del gran duque Pedro Fiódorovich, futuro Pedro III. Ese mismo año adoptó la fe ortodoxa con el nombre de Catalina Alexéievna. Se casó en 1745, dio a luz a su heredero, el futuro Pablo I, en 1754. Tras relaciones tensas con su esposo, organizó un golpe de Estado en 1762 y lo derrocó, convirtiéndose en emperatriz.
Al inicio de su reinado, siguió los ideales del absolutismo ilustrado, pero tras la rebelión campesina de Pugachov (1773−1775) y la Revolución Francesa (1789), endureció el régimen. Dirigió guerras victoriosas contra Turquía y Suecia. Bajo su mandato, Rusia incorporó Crimea, el norte del mar Negro, el Báltico, partes de Polonia y estableció asentamientos en Alaska. La reputación de Rusia en Europa creció enormemente.
El contenido de la obra de Levitski se revela a través de un sistema de alegorías. Catalina está representada en el templo de la diosa de la Justicia, Temis, que lleva los ojos vendados (símbolo de imparcialidad) y una balanza. La emperatriz quema amapolas en el altar, símbolo del sueño y la paz en la tradición antigua, mostrando así su disposición a sacrificar su tranquilidad por el bienestar de Rusia. El águila con la rama de olivo, los libros de leyes y la Orden de San Vladimiro subrayan la imagen de una Rusia ilustrada, fuerte y pacífica. El cuadro refleja la visión de la nobleza sobre el monarca ideal.