Para cuando pintó esta obra, Iván Aivazovski (1817−1900) ya gozaba de fama internacional. La novena ola trata la lucha entre el hombre y las fuerzas de la naturaleza. Según la tradición popular, la novena ola es la más poderosa y destructiva de una tormenta marina.
En el cuadro, el mar embravecido comienza a ceder ante la luz del amanecer, símbolo de esperanza. La voluntad humana por sobrevivir triunfa frente al caos natural. Esta obra no solo es una obra maestra del paisajismo ruso, sino también una metáfora sobre la resistencia y la fe en la victoria de la vida.
Fue una de las primeras pinturas adquiridas para la galería rusa del Hermitage y pasó luego al Museo Ruso en 1898.